Volveré, te lo prometo. Te amo.
La suave brisa marina revolvía los mechones de mi cabello rojizo entremezclando los espesos rizos unos con otros. Cerré los ojos y respiré profundamente, inhalando el olor a sal mientras sentía la húmeda arena entre los dedos de mis pies. Una ola especialmente brusca, rompió contra mis piernas, mojándolas. El fino pareo blanco se pegó a ellas, pero no me aparté de la orilla. Estaba demasiado tranquila como para darme cuenta.
El cielo, despejado y de un tono ligeramente violáceo era iluminado tenuemente por el Astro Rey que, después del día más largo del verano, se marchaba dejando paso a una noche fresca y agradable, serena y en paz, exactamente igual a como me sentía yo. Lo despedí con una mirada, y contemplé la belleza de la noche, tan distinta de otras veces en las que la oscuridad era mi peor enemiga porque cada sombra escondía un nuevo peligro.
Por fin. Después de todo lo que había ocurrido durante aquéllos años, eternos extraños y confusos, me sentía bien. Miles de recuerdos acudieron a mi mente fundiéndose en una inacabable telaraña en mi memoria. Allí había muchos recuerdos dolorosos, hirientes, ácidos, como zumo de limón sobre una herida abierta, nostálgicos, amargos, de los que dejan una huella en tu ser, tristes, frustrantes, en los que piensas que no vas a poder seguir,... Había sentido tantas cosas malas que siempre olvidaba las buenas. Momentos efímeros, de insólita y breve felicidad, amor, comprensión, momentos en los que creí ganar, momentos de pasión,...
Pero de entre todo lo que había vivido, nada se asemejaba a la paz que sentía en esos momentos. Una paz que me embriagaba y recorría todo mi cuerpo, aunque aún había algo que yo no podía controlar y que hacía que una pequeña parte de mí, que no había conseguido olvidarlo todavía, sangrara por dentro
No sé cuanto tiempo estuve contemplando las estrellas, sentada a orillas del océano, sintiendo la brisa en mi cara y la arena en mis pies. Quizá fueron varias horas, pero para mí, apenas un suspiro porque cuando una mano cálida y grande, rozó mi hombro, el tiempo se detuvo por completo.
Apenas fui consciente de que él se sentaba a mi lado y tomaba mi mano entre las suyas, disfrutando del contacto tanto como yo. Aquello que tanto anhelaba mi alma, por fin estaba junto a mí. Sin duda esperaba una respuesta por mi parte, un movimiento, una palabra, una mirada, pero yo no era capaz de reaccionar. Un único pensamiento martilleaba mi mente: Ha vuelto. Ha cumplido su promesa. Ha vuelto…
Lentamente, giré la cabeza para mirarlo. No sabía lo que iba a encontrar ni si estaba preparada. Había evocado su rostro cada día desde que empezó la guerra, pero habían pasado demasiados años. ¿Habría cambiado mucho? ¿Me habría añorado?
Sentía el miedo oprimiéndome el corazón, pero era un sentimiento familiar. Había tenido miedo de mis enemigos, incluso de mis propios amigos, de la oscuridad, de lo desconocido, de no volver a ver el sol… sin embargo, jamás había tenido miedo de él o de que me rechazara. Pero ahora, cinco años después, en una solitaria playa mediterránea, ya no sabía qué pensar. Aun así, me armé de valor y lo miré a los ojos…
… y supe, de algún modo, que ya nada iría mal.
Inevitablemente, me perdí en unos ojos azules como dos grandes zafiros, tan profundos como el cielo nocturno y los océanos, que escondían secretos indescifrables, la sabiduría de un anciano y toda su experiencia, la dureza de la guerra, un amor infinito y millones de promesas de futuro.
Me sentí muy pequeña ante la inmensidad de su mirada. Pequeña, joven, inocente e inexperta. Apenas una niña, como solían decir todos antes. Alcé una mano temblorosa y rocé muy suavemente su cabello, rizado y azabache, sin creerme todavía que pudiera hacerlo.
Una lágrima rodó por mi mejilla y ya no fui capaz de parar. Las lágrimas me desbordaron, mi respiración se entrecortó y me lancé contra él para refugiarme entre sus brazos, donde al fin me sentí a salvo. Él tomó mi cara entre sus manos y, muy dulce y delicadamente, nos besamos.
Aquel beso fue suave y brusco, dulce y amargo, desesperado y lento al mismo tiempo… Aquel beso abrió la puerta a una nueva vida. Una vida llena de verdadera felicidad, en la que no sabríamos lo que significa el dolor. Una vida plena, sin ningún vacío doloroso, sin noches enteras sin poder dormir.
Aquel beso significó el comienzo de un nuevo día.
Alex :)
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¿Preparadas? Hahahaha ¡Espero que os guste!
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